sábado, 4 de julio de 2009

El hijo del vecino

El hijo del vecino es un personajazo. Tiene veinte años y estudia arquitectura en una prestigiada escuela de la ciudad, la más cara y la mejor. Al hijo del vecino le gsuta andar en jeans y t-shirt, evitando formalidades y compromisos sociales a toda costa. Es blanquísimo, castañísimo, altísimo, ojoazulísimo. Guapísimo. Y algunos otros "ísimos" posibles, claro está.
Al hijo del vecino no le gusta el ruido, mucho menos la furia. Escucha música a volumen moderado, donde no pueda molestar a nadie. Le disgusta la banda, le gustan los beatles sin pelearse con los rolling. No puede dejar de pensar en la muerte de John Lennon, como fanático activo argumenta que el hecho de que permanezca tres metros bajo tierra le añade cierto caché y hasta enigma.
El hijo del vecino sabe conducir desde los 14, edad en la que su padre -al que llamaremos vecino- lo sentó al volante y decidió que su hijo -que por obvias razones, nombraremos el hijo del vecino- debería aprender a manejar. Fue un buen aprendiz, le gustaba andar por periféricos y sentir que iba solo, sin nadie que estuviera cuidándole la palanca de velocidades. Al hijo del vecino le regalaron su primer auto a los 17, un peugeot negrísimo, nuevísimo, lujosísimo. Hermosísimo.
Al hijo del vecino le pesa el corazón tan sensible que tiene. Casi infantil. El hijo del vecino se queja de ser tan blanquísimo, castañísimo, ojoazulísimo, guapísimo, y de no haber sido así como su padre: blanco, castaño, ojo-azul, guapo; sin verse alterado por los sinsabores del "ísimo".
Mamá dice que es el hombre perfecto. Yo se lo diría, si no existiera ese pequeño detalle: nunca, en mi vida, he visto al hijo del vecino.

1 comentarios:

Buendía dijo...

Toxina, ¿Dónde me dejó a Pítter?... Bueh, supongo que a ese malamansado le llegará su turno, de nuevo, en algún espacio de estos jocosos acres de la blogsfera.

Bueníshima, por cierto, su historia tan de la vida diaria, tan... inspiradora, usted sabe. Ya le contaré en alguna oportunidad las tremebundas ideas que aterrizaron en el guisante que tata Dios me dio como cerebro.

Felicidades por la reina-guración ;-) de este pequeño espacio de recuerdos, pensamientos e ilusiones.

Saludos Toxina, desde la fonda sin fondo de doña Amanda & don Mundo.

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